(DE HÉLÈNE VACARESCO)
¡Pasó! De su sendero, mi destino
Debió apartarme, pero en su hondo arcano
Se encontraba mi casa en su camino,
Y yo tenía rosas en la mano.
Habló: jamás su voz arrulladora
Oír debí, pero asomaba el día;
Mi ventana llenábase de aurora
Y abril de flores mi jardín cubría.
Me amó: debí no amarle, y de él, distante,
Siempre ignorar lo que el amor esconde;
Mas cuando escucha el corazón amante,
Es siempre el corazón el que responde.
¡Partió: tal vez tras una azul quimera,
Y no esperarlo nunca debería !…
Pero pronto vendrá la primavera,
Y la tierra, sin él, será sombría.
Ismael Enrique Arciniegas